miércoles, 17 de febrero de 2010

APOLONIO


Apolonio de Perga (265 - 190 a.C.).
Nacido en Grecia el 260 a. de J.C., se dedicó en Alejandría a la enseñanza de las Matemáticas.
Se le puede considerar como uno de los fundadores de las Matemáticas. A él se deben los nombres de elipse e hipérbola y algunas de las propiedades más importantes de las cónicas.
El «padre» de las cónicas fue un matemático poco conocido de la Academia platónica llamado Menecmo, que las introdujo y aplicó a resolver algunos problemas. Medio siglo más tarde, Euclides escribía un libro sobre cónicas que, desgraciadamente, se ha perdido. El tratamiento definitivo de estas curvas durante casi 2.000 años fue, así, el que escribió Apolonio de Perga.
De entre sus obras destaca como un verdadero monumento que desafía el paso de los siglos su libro sobre Cónicas. Las Cónicas es un tratado sistemático y extraordinariamente bien organizado sobre estas curvas, desde su definición cortando un cono por un plano hasta el estudio de focos, asíntotas, tangentes, y muchas cosas más. Esta obra de Apolonio es tan completa que prácticamente no se descubrieron propiedades nuevas de las cónicas hasta el siglo XIX, que fue cuando se unificó definitivamente el tratamiento de las elipses, parábolas e hipérbolas, dentro de la Geometría Proyectiva, que resulta ser «su medio ambiente natural».
Las cónicas no tuvieron ninguna aplicación práctica durante los 1.800 años siguientes a Apolonio, hasta que Kepler, Galileo y Isaac Newton descubrieron su papel esencial en la mecánica celeste y más tarde en muchas otras ramas de la física.


En las líneas siguientes se quiere destacar, no el aparato geométrico que desarrolló Apolonio en sus libros sino la forma en la que, en la época alejandrina, se llevaba a cabo la transmisión del conocimiento científico.

Transmisión queda bien reflejada en las cartas que, a modo de preámbulo, enviaba Apolonio a quién creía digno, científicamente hablando, de ir conociendo los avances que sobre Las Cónicas iba haciendo.

Así, en el Libro I lo envía a Eudemo. En su preámbulo le avisa de que se trata de una corrección del ya entregado a un grupo de "amigos", por lo que no debe extrañarse de las discrepancias y debiendo dar crédito a las más recientes. Es interesante la despedida, en la que firma que
ha hecho públicas sus investigaciones para que los demás las enjuicien y aborden según su parecer. A nuestro juicio queda clara una de las cualidades del conocimiento científico: su obligatoria exposición a la crítica apartándose del misterio y del esoterismo.

En su dedicatoria del Libro II y III, de nuevo a Eudemo, envía a su propio hijo para que se lo entregue en persona, haciendo la observación de que lo entregue al geómetra Filónides una vez leído. Aquí puede apreciarse la existencia de lo que puede llamarse comunidad científica, grande o pequeña, que va siempre acompañando al esfuerzo científico.

Muerto Eudemo, Apolonio escribe para Atalo el Libro IV, que trata del número máximo de puntos de intersección que pueden tener,con una circunferencia, las secciones cónicas. En la carta que le adjunta señala lo censurable de enunciar proposiciones sin las demostraciones correspondientes. También señala al final de la misiva que las demostraciones tienen un valor intrínseco y que es la razón exclusiva por la que se estudian muchas cuestiones matemáticas. Es este un comentario que llena de admiración a quien pueda reparar en él: ¡ está intuyendo el valor puramente abstracto del estudio de la Matemática !

En la carta con la que se acompaña la entrega del Libro VI, en el que se aborda la forma de cortar un cono recto dado, de modo que la sección sea igual a una dada, señala que trata estos temas con más amplitud y claridad que todos los anteriores que hayan escrito sobre ellos. Aquí aparece la soberbia o quizá solo la falta de modestia, del que conoce. Aunque ojeando el tratado bien puede disculpársele el exceso de aquella o la falta de ésta, pues no es de extrañar que hasta el siglo XIX no se añadiese cosa alguna al conocimiento de las curvas que Apolonio estudió.

A este geómetra, que junto con Euclides y Arquímedes, gobernó la geometría griega del período alejandrino, suele conocérsele como "el genio del mal genio", por su carácter atrabiliario y envidioso de la buena reputación ajena. ¿Quizá sea esta otra de las características de los científicos de todos los tiempos?

Bibliografía: Científicos Griegos, TomoII. Editorial Aguilar.


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